Pokelolo llega a la ciudad después del efecto Hawai que hace algún tiempo vivimos cuando nuestros perfiles de Instagram se llenaban de platos de colores con diferentes texturas y combinaciones que daban pie a que el número de likes nos subiera de tal forma como sentirnos más que orgullosos. 😉

Y con esta pretensión entramos a Pokelolo, – aunque sabíamos que íbamos a descubrir algo novedoso porque ya habíamos indagado su carta y nos había llamado mucho la atención.-

Pokelolo

Pues bien, solo entrar nos gustó su decoración que está inmersa en azulejos rojos que hacen que te gires cuando bajas la calle Nuñez de Balboa, donde está situado este local. Al entrar ya estaban manos a la obra preparando cada uno de los ingredientes que forman parte de sus seis pokes. Sí, solo seis, porque esto no va de que tú te creas tu poke a tu estilo y semejanza combinando ingredientes que… ¡oye, igual no casan!. Si no que su propuesta va más allá y apuestan por crear unos platos donde están compensado producto y cantidad para que puedas disfrutar del poke de una forma totalmente diferente.

Pokelolo

Probamos dos de sus recomendaciones, Atún Madness elaborado con atún rojo, salsa shoyu ponzu, aguacate, algas hijiki, tobiko, pepino y jalapeños encurtidos y el Veggie Mood compuesto por salsa shoyu picante, tofu flambeado y marinado en salsa BBQ coreana, edamame, zanahoria, rabanitos, aguacate, pepino, remolacha encurtida, alga nori y kale crujiente.

Pokelolo

Este lugar consiguió que disfrutáramos por primera vez de un poke original y explosivo. Así que estamos seguras de que volveremos muy pronto para probar, no solo el resto de opciones que quedaron pendientes, si no para atacar su Sweet Kiss, una natilla cítrica de lima y vainilla con sorbete de fresa y crumble de pistacho que prometía al nivel de su poke de autor.

Dirección: C/ de Núñez de Balboa 35, 28001 Madrid.

Puntuación: 4,5 / 5

Precio medio: 15€

Web de Pokelolo

Sobre El Autor

‘Granaína’ de origen, sobreviviendo al mundo de la estrategia publicitaria y convertida a veggie, me despisto de cualquier conversación cuando paso por un lugar rico que tengo marcado en Google Maps. Soy capaz de valorar la comida con tantos decimales como tiene el número “pi” y solo me falta crear una fórmula para saber cuál es la mejor burrata de la ciudad. En definitiva, para mí lo mejor de ser foodie es poder hacer cada plato con el que sueñas en tu propia cocina.

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